Las PASO como mecanismo para dirimir internas tendrán como animador central a Juntos por el Cambio. El oficialismo tiene una sola decisión blindada y es que marchará con lista única. Espejismo de la política, eludir las primarias no significa dejar de lado las disputas de poder y esta, la del armado de una nómina de “unidad”, es quizá la más dura batalla en la relación de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. La elección de septiembre también asoma con intensidad y características potentes en la principal fuerza opositora, porque expone su primera pelea de fondo por espacios y liderazgos.
El foco del oficialismo está puesto en la provincia de Buenos Aires, aunque se discute el reparto de renglones en la Capital y algunos otros distritos de peso. Y allí, en la provincia que concentra sola más de un tercio del padrón nacional, queda a la vista que lo que está en juego es mucho más que la lista. Es también la línea de gestión presidencial, es decir, el papel de varios ministros y las posiciones de fondo en las áreas más sensibles, desde la economía a la política exterior, que en un punto son convergentes.
Los nombres en discusión expresan antes que nada las movidas en ese tablero. CFK no hizo su primera jugada ahora, sino en el mismo momento de tejer la integración del Frente de Todos para las elecciones de 2019. La provincia de Buenos Aires quedó bajo su dominio y por extensión, del kirchnerismo duro. Axel Kicillof asumió la candidatura y se impuso para la gobernación con ese esquema. Lo reflejan su gabinete, la relación con los intendentes y también el avance sobre la estructura tradicional del PJ, con Máximo Kirchner en primera línea.
Nada muy diferente se espera para la campaña. Ya lo adelantó el papel central de la ex presidente en recientes actos, junto al gobernador, en La Plata y en Lomas de Zamora. No fueron citas que contaran con el Presidente.
Aquellos movimientos iniciales resultaron una apuesta por anticipado para consolidar poder propio. En la lógica política, y en particular del peronismo, el control de la provincia es un objetivo prioritario apenas asumido el gobierno nacional. El último y más claro capítulo lo escribió Néstor Kirchner, que apuntó a disolver el poder duhaldista y construyó una relación directa, política y presupuestaria, con los jefes comunales. CFK se adelantó a cualquier tentación de Olivos en caso de ganar la elección nacional y provincial, tal como terminó ocurriendo. Definido el escenario, la ex presidente corrió ahora la línea de discusión. Marcó el terreno: antes que la lista, o en simultáneo, colocó en debate la recomposición del gabinete nacional.
La idea de candidatear a Santiago Cafiero fue leída de entrada en Olivos y eso alimentó el rechazo inicial. El resto de la pulseada gira alrededor de ese punto, en un esquema mayor que debería contemplar al menos parcialmente las aspiraciones de los intendentes -con interés menos visible pero no menor también en la Legislatura provincial- y las organizaciones sociales alineadas con el oficialismo. Mientras tanto, siguen circulando nombres desde las cercanías del Presidente, empezando por Victoria Tolosa Paz y algún ministro. No está claro cuál sería la contrapropuesta de CFK, que juega con los tiempos y la sorpresa, según difunden desde sus cercanías.
Serán horas intensas hasta el sábado, día en que vence el plazo para inscribir las listas. La tensión sigue recorriendo también a JxC. La discusión por candidatos “a entrar” -es decir, con chances reales de ganarse una banca en Diputados- recalentó en las últimas horas la disputa dentro del PRO, luego de una calma difícil, fruto del acuerdo de Patricia Bullrich con Horacio Rodríguez Larreta para allanar el camino a la postulación de María Eugenia Vidal, retornada a la Capital.
Ese dato y los efectos en territorio bonaerense de la decisión de la ex gobernadora resumen en buena medida la pelea central de JxC, lejos de las PASO fundacionales, en 2015. Aquella vez, la competencia por la candidatura presidencial exponía a las fuerzas integrantes de la coalición pero aparecía asegurado, de hecho, el lugar preponderante de Mauricio Macri. Ahora, se están dando dos disputas en simultáneo.
La primera es casi exclusiva del PRO. Rodríguez Larreta decidió pelear abiertamente el liderazgo con el ex presidente. Es demasiado lineal la calificación de moderados y duros. Salvo que sea una lectura sin pretensiones de extensión en el tiempo. Habrá que estar atento al discurso de Vidal. Nada indica podrá limitarse al distrito porteño, por su gestión como gobernadora y por la polarización de la campaña que colocará al kirchnerismo como adversario central.
La pulseada entre Rodríguez Larreta y Macri tuvo como expresión destacada a la Ciudad, con tensión abierta entre el jefe de gobierno porteño y la titular del PRO. Y se extendió a la provincia de Buenos Aires. El impacto del pase de Vidal fue un punto determinante, no el único, que hizo visible el segundo dato significativo de la interna: la disputa más abierta entre los socios de la coalición opositora.
Desde sus inicios, JxC evidenció problemas vinculados a la inexistencia de un armado orgánico. Era más bien un juego de hecho entre sus principales figuras, agudizado con la llegada a la Presidencia. Del mismo modo, la derrota de 2019 expuso el problema en mayor medida, porque dejaba de jugar el factor ordenador que de un modo u otro se expresa desde el gobierno.
En Buenos Aires, con todo, Vidal seguía siendo una referencia fuerte hacia el interior de la coalición. Su decisión de no competir en la provincia abrió otro juego: de entrada, expresó que no había margen para asegurar una lista única. En paralelo, la UCR provincial venía de la elección para renovar autoridades. Finalmente, quedó expuesto un nuevo paño. El PRO debió arreglar sus cuentas domésticas, básicamente entre Rodríguez Larreta y Jorge Macri, para encolumnarse detrás de Diego Santilli. Y el radicalismo repuso expectativas propias con el estreno político de Facundo Manes.
Para entonces, Elisa Carrió ya había anunciado que no competiría directamente y sumó gestos hacia Rodríguez Larreta. Y Miguel Angel Pichetto respaldó después a Santilli, es decir, la jugada del “larretismo”. No hicieron lo mismo otras expresiones peronistas en JxC. Emilio Monzó y Joaquín de la Torre, que van con Manes. Difícil la simplificación entre duros y blandos.
FUENTE: Diario INFOBAE