En una decisión que nada tiene que ver con los principios democráticos que históricamente caracterizaron a nuestro partido, la conducción del radicalismo neuquino decidió expulsarme de sus filas.
No me extraña que lo hayan hecho. Pensar diferente no está permitido para las actuales autoridades de la UCR. Quieren construir desde el odio y la intolerancia, y desde el odio solo se puede destruir. Tienen el mismo comportamiento sectario que el kirchnerismo y contra eso tenemos que luchar.
Quienes nos formamos en los principios radicales de Raúl Alfonsín, no tenemos nada que ver con eso. Los que hoy deciden mi expulsión, son los mismos que en su momento expulsaron a Pechi por animarse a pensar distinto dentro de la UCR.
Esto fue lo que me llevó a defender y levantar las banderas de sus gestiones desde otro espacio político. Y lo hago con orgullo, porque fui parte del proceso de transformación histórico que encabezó quien fue el mejor intendente en la historia de la ciudad.
Otros, en cambio, siempre estuvieron en la vereda de enfrente de Pechi, poniéndole piedras en el camino. Son lo que él llamaba “los traficantes de fracasos”.
Tengo claro además que este es el pensamiento y el accionar de un puñado de dirigentes pero no refleja el sentir de los afiliados al partido, por quienes siento un profundo respeto. No me hace falta la ficha para seguir defendiendo los valores que representamos, ni para seguir trabajando por el crecimiento de la ciudad y para mejorar la calidad de vida de nuestros vecinos.
