La comitiva sindical se asombró cuando Mauricio Macri metaforizó la presión por frenar los despidos con la imposición para que Maradona fuera el entrenador de Boca cuando él presidía el club. Detrás del curioso paralelismo, sin embargo, los sindicalistas distinguieron cierta determinación del Presidente de enfrentarse a la oposición por el curso de la ley antidespidos.
Sobre el cierre de su exposición, Macri les pidió a los sindicalistas su respaldo al acuerdo que hacía unas horas había pactado con 200 empresarios. Una suerte de tregua por 90 días. Pero no hubo caso. Con posturas disímiles, los 11 sindicalistas pudieron al menos coincidir en algo: rechazaron firmar su adhesión y decidieron no asistir al acto en el Salón Blanco. En la primera fila quedaron sillas vacías. Tampoco hubo una foto que sirviera para escenificar una especie de acuerdo económico y social con los tres sectores.
«Presidente, ¿sabe por qué no vamos? Desconfiamos de los empresarios y los formadores de precios», argumentó el ferroviario Omar Maturano. La tensión guió la reunión desde el inicio. José Luis Lingeri planteó el malestar por haber sido convocados de urgencia. «Un acuerdo de estas características necesita de tiempo y consenso», dijo el dirigente estatal de Aysa. Otro gremialista calificó la convocatoria de desprolija.
Hugo Moyano no asistió a la Casa Rosada, tras su enfrentamiento retórico con el Presidente. Se excusó por estar enfermo. «Está en cama», lo cubrió Juan Carlos Schmid, quien asistió junto con el petrolero Guillermo Pereyra en representación de la CGT moyanista. «Es positiva la reacción del Gobierno. Es una reacción después de la presión del Congreso y de la movilización sindical del 29», explicó Schmid.
Un dirigente de la CGT que encabeza Antonio Caló dijo que la reacción presidencial «fue tardía», pero valoró que el Gobierno reconozca la problemática del empleo. «Esperemos que el compromiso para no despedir rija también para la administración pública», agregó otro sindicalista, algo incrédulo.
Después de que Macri escenificó la tregua con los empresarios, los sindicalistas se reunieron a solas con el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, en el Salón de los Científicos. Confirmaron la convocatoria al Consejo del Salario para el 19 del actual y avanzaron en algunos temas que se negociarán en ese ámbito tripartito, en el que coinciden el Gobierno, las cámaras empresariales y las centrales obreras.
Triaca los endulzó con que el salario mínimo vital y móvil, que es hoy de $ 6060, subiría al menos un 30%. También hubo un compromiso de palabra de elevar el subsidio al desempleo, congelado en $ 400 desde 2006. Ahora, se iría a $ 3000. Hubo alguna objeción con este punto. Algunos gremios cuestionaron al Gobierno por priorizar el seguro de desempleo antes que destinar más fondos a los subsidios de recuperación productiva (Repro), que, a pesar de las contingencias de las empresas, significan una apuesta a conservar el vínculo laboral y mantener al trabajador dentro del mercado.
Al Consejo del Salario se sumaría el debate por el impuesto a las ganancias. Se creará una comisión para debatir futuros cambios en las escalas.
Como ya sucedió otras veces, Macri priorizó su vínculo con la CGT por sobre las dos CTA, que fueron ayer excluidas. Pablo Micheli y Hugo Yasky, sus referentes, criticaron la convocatoria y dijeron que se trataba de una «maniobra dilatoria» para impedir que se sancione la ley antidespidos.
Al filo del fin de 2015, y todavía como un recién llegado a la Casa Rosada, Macri dudaba de una convocatoria a un diálogo social con empresarios y sindicalistas. Desconfiaba tanto de su efectividad como de sus actores. Por entonces, la preocupación eran los precios y los salarios, y un obstáculo era la atomización sindical. El tablero cambió: la prioridad ahora es frenar la caída del empleo y el Gobierno se encontró con un gremialismo abroquelado y más desafiante.
Fuente: diario La Nacion