martes 16 DE abril DE 2024

¿Por qué Cristina controla el Senado si perdió la mayoría?

«#5senadores», fue el hashtag elegido por la presidenta del PRO Patricia Bullrich en la última campaña electoral, posteado por militantes junto a autorretratos con una mano en alto y los dedos bien abiertos.

La apuesta, se decía, era robarle esa cantidad de senadores al peronismo, para dejarlo sin mayoría y arrebatarle la agenda de la Cámara alta por primera vez desde 1983.

En los papeles, a Juntos por el Cambio le salieron las cosas mejor de lo esperado, porque en noviembre el oficialismo perdió 6 senadores. Y estuvo por resignar una banca más en Tucumán, donde Germán Alfaro perdió con lo justo.

La oposición logró los esperados triunfos en Santa Fe, Chubut, Corrientes, Córdoba y Mendoza; y le sumó el batacazo de La Pampa. Sólo la elección de Catamarca le permitió a Cristina respirar tranquila. 

Pero en este semestre la vicepresidenta controló a gusto el Senado, tanto que los opositores se muestran de brazos caídos: no pelean la agenda y empezaron a faltar a las reuniones de comisión para no frustrarse. Hasta en las sesiones se ven algunas de sus bancas vacías. 

Temerosa de quedar en minoría, el año pasado Cristina se ocupó de cerrar listas en cada una de las 8 provincias que renovaban senadores.  

Aplicó un exceso de pragmatismo, que la llevó a presionar sin éxito a Agustín Rossi para que no compitiera en Santa Fe, o reconciliarse con el correntino Carlos Espínola y apadrinar su reelección por el Frente de Todos. Tamía que compitiera con lista propia y quedara enojado. 

En 2018, Espínola y el gobernador de Santa Fe Omar Perotti, rival interno de Rossi, avalaron en el Senado los allanamientos a la residencia de Cristina en el Calafate, por la causa de los cuadernos. Nada de eso importó.

Antes que nada, el domino oficialista en la Cámara alta fue posible por su unidad, que se mantuvo pese a las amenazas de ruptura que hubo después de las primarias. Cristina logró contener a los rebeldes con el reparto de comisiones y promesas de mayor diálogo. 

En abril, la vice aprovechó la oportunidad de sumar un lugar en el Consejo de la Magistratura para aplicar una división ficticia. No les alcanzó a los revoltosos, que crearon una peña para viajar a las provincias y mostrar agenda propia. 

Los cristinistas se acoplaron a esos tours y por ahora las tensiones no son motivo de ruptura. Sólo pueden ocasionar que se cajonee algún proyecto, como el que restringe el secreto bancario, reclamado por la vicepresidenta y freezado por instrucción de Miguel Pesce. 

Pero para alcanzar la mayoría propia en el Senado, fue necesario que el Frente de Todos ratificara los dos aliados que  mantiene desde 2019 y le permiten mayorías en comisiones y recinto.

Se trata del ex gobernador de Río Negro Alberto Weretilneck y la misionera Magdalena Solari Quintana, ambos como base en los partidos provinciales que gobiernan sus provincias y negocian fondos en cada presupuesto. 

Weretilneck se sigue sintiendo líder y podría pelear por sustituir a Arabela Carreras en 2023. Solari Quintana reporta al vice de su provincia Carlos Rovira, jefe político del gobernador de turno.

En su afán de construir con lo propio, ninguna usina de JxC tocó sus puertas para sumarlos y el resultado no podía ser otro que enterrar las ilusiones de controlar el Senado.

Así fue como el Frente de Todos no tuvo problemas en aprobar leyes rechazadas por Juntos, como la reforma del Consejo de la Magistratura, o el blanqueo para pagarle al FMI. El próximo jueves enviarán a Diputados la moratoria previsional, sin un voto garantizado de la UCR o el PRO. 

Pero a la desventaja inicial, ignorada en la campaña, se sumó la conversión de una aliada de Juntos desde 2019: la riojana Clara Vega, una peronista que estaba enfrentada al gobernador Ricardo Quintela, votaba en contra de cada ley del Gobierno y se pasó al Frente de Todos. 

En diciembre ayudó con la reforma al impuesto de bienes personales, luego rechazó la reforma de la Magistratura y obligó al oficialismo a reescribir el proyecto a gusto de Weretilneck.

Pero en la última sesión confirmó su mutación al oficialismo con denuncias de maltrato a sus ex socios y hasta se sumó a las peñas que sus nuevos compañeros realizan por las provincias. 

Vega espera algún destino electoral para en 2023, cuando vence su mandato. Mayans logró que arreglara las cuentas con el gobernador y en un año empezará la rosca final para que no se quede afuera.

En el PRO responsabilizan a los radicales de no haber cuidado a Vega en el cierre de las listas locales, lo que hizo imposible que quisiera ser conducida por Alfredo Cornejo, jefe del interbloque JxC en el Senado. Era presidente de la UCR cuando se definieron las nóminas. 

Alberto Fernández es el otro gran beneficiado, porque si bien una ley necesita la mayoría en las dos cámaras el control del Senado es una garantía de gobernabilidad. 

Le permite a quien lo domine nombrar jueces, diplomáticos y militares. Y controlar las variadas bicamerales como las encargadas de supervisar las auditorías de gastos, la tarea de los espías o refrendar decretos, que además los senadores pueden blindar, porque sólo se anulan si lo deciden las dos cámaras.

Uno de los últimos firmados por el presidente fue nada menos que para definir el presupuesto de 2022, con los compromisos asumidos con el FMI. Sin una mayoría sólida en el Senado, no hubiera tenido otra opción que enviar un proyecto de ley y negociar  cada gasto con la oposición. No fue necesario.

Además, Alberto no tendrá que vetar leyes promovidas por Juntos por el Cambio, como le pasó a los gobiernos de Cristina (con el 82% móvil para las jubilaciones) y de Mauricio Macri (con el límite al aumento de tarifas). 

La incorporación de Vega fue el éxito final de Mayans y Cristina, porque le pone un cepo a las chances de Juntos de manejar al menos una sesión. Ni siquiera podrían hacerlo si Weretilneck y Solari Quintana se cruzan de vereda, habitual en los partidos provinciales cuando se aproxima un cambio de época.

Aún con esa dupla, sumada la ayuda de la cordobesa Alejandra Vigo, esposa de Juan Schiaretti, JxC puede aspirar a un máximo de 36 votos, uno menos que el quórum. 

En el principal frente opositor no hay expectativa de mejorar la situación y son cada vez más sus senadores que prefieren no aparecer. El último miércoles hubo que reemplazar de urgencia a varios de la Comisión de Presupuesto para votar la creación de parques nacionales. 

Gladys González, del PRO, presidenta de la Comisión de Ambiente y desarrollo sustentable, apuró el trámite para evitar un papelón. 15 días antes, el ministro de Defensa Jorge Taiana expuso ante un solo opositor: el radical Julio Martínez. 

Resignados, apuestan a 2023, cuando alcanzar una mayoría en el Senado es posible, pero nada fácil. Es que en los comicios presidenciales el peronismo hace valer su fuerza para recuperar los senadores perdidos en las legislativas de 6 años años antes.

En este caso, de los 24 senadores que se renuevan el año que viene 11 son de JxC y podría ser uno más si la riojana Vega no se cruzaba de vereda. Para dominar el recinto necesitan repetir las victorias de 2017 en Buenos Aires, Santa Cruz y Jujuy. Nada fácil, aunque menos lo es ganar en Formosa y La Rioja.  

Apuestan a torcer la balanza con triunfos en Misiones, donde la UCR se impuso en noviembre; y en San Juan y San Luis, provincias en las que los candidatos de JxC estuvieron muy cerca de dar el batacazo y volverán a intentarlo. Sólo así podrían cumplir el sueño de controlar el Senado. Que por ahora, fue imposible.  

FUENTE:LPO

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